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Qatar: Pasado 44 años del Mundial de 1978

por Nestor Rojas

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El 1 de junio de 1978, cuando el mundial de fútbol comenzó a jugarse en Argentina con el partido inaugural de Alemania vs. Polonia, fue día jueves. En el imperio y ejecución del terrorismo de Estado, de la noche más larga y sangrienta para el pueblo argentino, fue jueves. También fue jueves de rondas de las Madres del coraje, de desafío a los amos y señores de la muerte, en la Plaza de Mayo. Allí, entorno de la Pirámide, con sus pañuelos blancos y con el amor irrenunciable por sus hijos, con sus fotos en el pecho y el pañuelo blanco, reclamando aparición con vida.

Mientras tanto la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA),  a pocas cuadras del estadio de River donde se disputaba la copa del mundo,  se convertía en uno de los mayores centros de torturas y exterminio de la dictadura genocida. Mentores económicos de la fracción más concentrada del poder, de la cúpula eclesiástica, del poder comunicacional, gran parte del Poder Judicial, la embajada de los Estados Unidos, las fuerzas armadas y policiales eran a la vez cómplices y ejecutores del plan criminal. Por allí pasaron secuestrados militantes populares, compañeras y compañeros, del mismo modo que en más de 500 centros de detención clandestina en todo el país que luego fueron reconocidos por la comisión nacional de desaparición de personas (CONADEP).

En aquel jueves inicio del Mundial, cuando la pelota comenzó a rodar en el estadio Monumental, con un país bañado en sangre, el diario Clarín festejaba y titulaba en su portada: “Magnifica inauguración del campeonato mundial”.

El mundial de la vergüenza y el horror. De los negociados y complicidades, de la  torturaba, con militantes arrojados desde aviones al mar con vida, detenidas desaparecidas pariendo en las mesas de tortura y sus bebes robados. El terrorismo de Estado era el contexto de horror donde comenzó a jugarse el mundial de futbol que intentaba negar los crímenes de lesa humanidad y que era negado en Argentina pero no desconocido el mundo. Por el contrario, las Madres de Plaza de Mayo, las Abuelas, los organismos de Derechos Humanos y decenas de miles de exiliados junto a personalidades desde las geografías más importantes del planeta, denunciaban a la Dictadura y difundían los listados de secuestrados y secuestradas y la lista interminable de crímenes.

Denunciaban también que mientras las muertes se contaban por decena de miles, se contraía un brutal y fraudulento endeudamiento externo por miles de millones de dólares contra el pueblo y a favor de los grupos económicos. Unos pocos concentraban fabulosas riquezas: SOCMA, por ejemplo, de la familia Macri, pasó de poseer 6 empresas al inicio del gobierno militar a tener 49 hacia finales del «Proceso». Así las corporaciones, desde aquel saqueo, se apropiaron no sólo de dispositivos del Estado para beneficiarse sino también de la riquezas del suelos, subsuelo, vías fluviales, costas marítimas que le pertenecen a todo el pueblo argentino. Todos estos delitos permanecen impunes.

Quien suscribe esta reseña fue secuestrado el 3 de julio de 1975, puesto a disposición del poder ejecutivo nacional luego e ingresado el 6 de agosto a la Unidad Penal N° 9 de La Plata, constituido en ese entonces en el mayor campo de concentración de Presos Políticos de la Dictadura. Para comienzos del mundial una veintena de compañeros que fuimos llevados al Pabellón N° 2 y otros tantos en el Pabellón N° 2, en ambos explícitamente con sentencia de muerte. Allí estábamos  militantes y dirigentes comprometidos con nuestro tiempo, sin distinciones políticas e ideológicas, llevados por el ideal  y las transformaciones de nuestra sociedad, con justicia social.

Allí pasamos el mundial de 1978, que se disputo entre el jueves 1 de junio y el día 25 del mismo mes, en el pabellón de los sentenciados a muerte desde donde partían aquellos siniestros “traslado” o “se van en libertad» que en realidad significaba asesinato a manos de militares, policías y agentes penitenciarios.  Los compañeros Dardo Cabo y Rufino Pirles fueron asesinados en la madrugada del 8 de enero de 1977. Para finales de enero del mismo año, Ángel Georgiadis y Horacio Rapaport son retirados del Pabellón 1 y llevados al Regimiento 7, con quienes compartí los primeros tiempos de la prisión. Recuerdo que en enero de 1978, por la noche, veo por la mirilla de mi celda que de la celda de en frente se llevaban a Guillermo Segalli; esa misma noche se llevaron también a Abel Gonzalo Carranza y a Miguel Domínguez. Luego también se llevarían a quien para nosotros era el «Galleguito» González. En este contexto se jugaba  el Mundial 78 y nosotros que escuchábamos en las trasmisiones de radio Rivadavia, propalada sarcásticamente por los parlantes de los patios, en las entrañas del monstruo.

En los patios sonaban los parlantes con los partidos y en los llamados «buzones», las celas de castigo, se aplicaban tormentos y se desfiguraba a golpes los rostros de los compañeros. Recordar a tanto verdugo, como el agente penitenciario cabo Sabino que entraba al pabellón gritando: “Los estamos matando como a perros” y que juraba que de allí nos íbamos muertos. Luego, cuando las denuncias cuestionaban a la Dictadura, ajustó la consigna a: “Si no se van muertos, se van locos”.

Transcurridas más de cuatro décadas corresponde como ciudadano, como hombre y como militante, frente a tantos compañeros y compañeras que llevamos en nuestras mentes y nuestros corazones, ejercer un poco la memoria sobre aquel mundial de fútbol de 1978.  Algo del qué paso, del cómo paso y por qué pasó. En memoria de las compañeras y compañeros caídos, de nuestras madres y familiares y especialmente a nuestra querida Madre Coraje Hebe de Bonafini.  El gran León Gieco muy bien lo dice:” Todo está guardado en la memoria”.

Néstor Rojas.

Detenido desaparecido, luego «legalizado» a disposición del PEN por 8 años y 4 meses. Prisionero político del terrorismo de Estado.

 

 

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